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Una vida de trabajo y servicio

Actualizado: 1 jun 2023

Periodista Jemima Estrada

20 de mayo del 2023

Radio Cultural de Puriscal.

Don Chindo realizando un avaluó a un reloj de pulsera, en su joyería familiar.


El noble orfebre Rudencido Saborío Valverde, más conocido como “chindo”, entregó su vida a su familia, al trabajo y al servicio de su cantón de origen: Santiago de Puriscal. Hoy, a sus 97 años estables, saludables y cumplidos, nos cuenta con energía sus vivencias de mayor relevancia que, incluyen su participación en la guerra civil del 48, en Costa Rica.


De niño

Los tiempos, cuando él era un chiquillo, eran diferentes; en Santiago de Puriscal, aun no existían centros de recreación, es por eso que, lo primero que recuerda, al consultársele sobre anécdotas infantiles dice: “Yo tenía un caballito de palo con el que andaba corriendo de arriba, para abajo, después de ir a la escuela. Esa era la diversión de uno”, rememora entre suspiros, don Chindo.


Él, junto a 3 hermanos, nació en una familia de principios y valores morales. Cada domingo visitaban la iglesia católica del pintoresco pueblo, en compañía de sus padres, don Pedro Saborío y doña María Valverde Alpízar.


“Papá era propietario de una joyería y relojería en el centro de Puriscal; mamá era una maestra destacada de primaria en la Escuela Darío Flores, del mismo pueblo; pero, una vez casada, se dedicó a cuidarnos a mis hermanos y a mí; también se encargaba de las actividades domésticas del hogar”, refiere don Chindo. Un soleado y verde 20 de abril, le vio nacer a Rudecindo, en Santiago de Puriscal, en el año 1926.


Emigran

La economía del hogar, que dependía de la joyería, no estaba del todo mal, sin embargo, el jefe de la familia, don Pedro, decidió trasladarse junto a su esposa e hijos a Puntarenas; de características totalmente contrarias a la natal.


“Papá creyó que nos iría mejor en otra zona, pero no fue así. Luego de vivir en Puntarenas, nos pasamos a vivir a la capital del país. Gracias a Dios, papá se convenció de que estaríamos mejor en nuestro Puriscal y así fue. Para esos traslados de domicilios, yo estaba en la escuela, por esa razón ya no estudié el sexto grado”, comenta el relojero.


“No fui noviero”

Saborío con su esposa Cecilia, el pequeño Pedro, Nicolás y Rudecindo junior en brazos.


Su personalidad, basada en valores y principios católicos, más la época- papás de la novia exigían visita formal y vigilada-no le permitieron tener muchas novias. No obstante, cupido se valió de María Cecilia Cubillo Valverde, una niña del mismo Puriscal, para flecharlo.


“A ella la vi crecer, al compás mío, era mi vecina, era muy bonita. Su tío me ayudó para hacerle saber a ella que me gustaba por su extrema formalidad. A los días ella me dijo que sí, pero, que debía pedirles permiso a sus padres”, narra Saborío, frotándose las manos, con una sonrisa genuina, al recordar ese momento de su juventud y de su génesis amoroso, con la chica que sería su legítima esposa, ante Dios y los hombres.

Doña Cecilia le da un sí en el altar, un 17 de diciembre de 1948 en la iglesia antigua de Puriscal.


Una numerosa familia

Cecilia y don Chindo procrearon 9 hijos. Pedro es médico, se especializó en cirugía, con énfasis en tórax. Nicolás, un tiempo es comerciante en su propia joyería, pero, más tarde estudia derecho, al igual que sus hermanos Rudecindo, Mabel y Sonia. Cecilia es contadora y se especializó en auditoría. Orlando estudió periodismo, pero, se dedica a la joyería familiar. Carlos (Q.E.D) y Ricardo sacaron bachillerato; todos de apellidos Saborío Cubillo.


Don Chindo tiene una corona de 21 nietos y 15 bisnietos.


Fue guerrillero en la batalla del 48

Imagen ilustrativa, tomada de la internet.


Decidido y descontento al sentir la recia autoridad del calificado como nepotista presidente de Costa Rica, Teodoro Picado, en el año 1948, don Chindo, que apenas tenía meses de casado, en compañía de su hermano mayor, Alfonso, decide unirse a la iniciativa de combate, que se gestó en la finca llamada “La Lucha”, propiedad del señor José Figueres, en contra de Picado, formada de manera precoz, por campesinos y jóvenes de la ciudad de Cartago, para derrocarlo.


Con los ojos brillantes y exaltados don Chindo relata: “yo le dije a mi esposa que me iba pero que no sabía si iba a volver. Una vez que me despedí de ella, me cité con mi hermano y nos fuimos sin saber de armas, a pelear por el país y nuestros derechos. Allá, en el Tejar de Cartago, encontramos a varios puriscaleños y otros que se nos unieron, provenientes de todo el país”.


La guerra civil del 48, duró muy poco para la cantidad inexacta, pero, considerada de muertos que dejó, según don Chindo y los diferentes portales en el internet.


Saborío recuerda que perdió a conocidos apreciados. Narra apesarado: “yo tuve que disparar… seguro sí le di a más de uno. Usted no sabe lo duro que es ver morir. ¡Yo, vi caer a 4 puriscaleños a la par mía! Eso pasó un martes 13 de abril del 48; lo recuerdo como si fuera ayer. Me da mucha tristeza”.


El rostro le cambia un poco cuando recuerda la felicidad que invadió al país entero tras el derrocamiento del gobierno; lucha de la que fue partícipe y de la que salió ileso. Se presume que Rudecindo es el único guerrillero sobreviviente del valiente batallón que salió de Puriscal, en el 48.


43 años al servicio de Puriscal

La oficina del Poder Judicial en Puriscal fue la casa laboral de Rudecindo por 25 años. Allí fungió como escribiente (hoy en día oficinista), como alcalde suplente (hoy en día juez suplente) y, cuando el alcalde (juez) se ausentaba, don Chindo asumía el cargo de manera interna.


La Joyería del pueblo

En el año 1967, con 41 años, ya jubilado, decide montarse el negocio que aprendió de su papá, don Pedro, para disfrutar un poco más de su numerosa familia. La instaló frente a la histórica parada de taxis en el centro de Santiago de Puriscal.


La joyería fue un lugar de atención especializada, sonrisas, tertulias y créditos para todos los vecinos de Puriscal que no tenían la facilidad de comprar una joya preciosa o reloj de contado.

“Le hice anillos de matrimonio a más de una pareja de enamorados, a chiquillos de colegio para sus promociones. Relojes vendía muchísimos; también los reparaba. Yo traté en la manera de lo posible, vender calidad de producto y dar un buen servicio”, comparte satisfecho don Chindo. 12 personas dependían del negocio familiar: sus 9 hijos, su esposa Cecilia, la dependiente que le colaboraba y, él.


Es un caballero

18 años de joyería familiar le hacen contratar a más de una dependiente. Una de las últimas colaboradoras, fue descubierta robando un total de 10 relojes para revenderlos por fuera. Don Chindo únicamente le dice que prescindirá de sus servicios de manera inmediata y, le paga la semana de trabajo anterior completa, sin darle explicación alguna.


Los hijos de Saborío se lo venían advirtiendo, pero, no fue hasta que lo constató de manera personal.

- ¿La denunció?, pregunté.

“No, yo no la denuncié ni la difamé. Creo que al final uno recoge el fruto de sus actos”, respondió el noble orfebre.


Tiene un museo personal

Don Chindo, disfrutando de la lectura de uno de sus libros del mes de mayo.


La rutina de vida de Saborío incluye pasar de 4 a 3 horas diarias de la mañana limpiando los artículos- reliquias que colecciona. Entre ellos hay: relojes, libros, fotografías familiares, artesanías en metales preciosos, hasta los cuchillos que el papá de don Chindo usó de joven.

“Soy un hombre feliz rodeado del amor y las atenciones de los hijos que tuve con mi difunta esposa. El museo es mi lugar favorito, allí me gusta estar para recordar mis tiempos de juventud y leer. Me baño y visto solo todavía. Eso me mantiene digno como adulto mayor que ya soy”, afirma Saborío.


El puriscaleño, además, disfruta jugar al dominó, a las cartas, lee a diario los periódicos nacionales y, resuelve con devoción un libro de sopa de letras que sus hijos le compran semana a semana.


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